Con el inicio de la distribución de las vacunas COVID-19 surge una nueva preocupación sobre posibles riesgos para la salud y la vida.

Cuando empezaron a surgir las aprobaciones de las diferentes versiones de vacunas COVID-19, el mundo se regocijó. Pero inmediatamente después del anuncio, un problema intangible comenzó a tomar forma.

Todas las vacunas COVID-19 debe mantenerse refrigeradas, y algunas versiones extremadamente frías, hasta una temperatura de menos 70 grados Celsius (70°C Bajo Cero), lo que conduce a peligros invisibles al transportar y almacenar las vacunas.

Tanto el transporte como el almacenamiento requieren temperaturas frías para mantener adecuadamente las dosis de la vacuna, haya o no servicio eléctrico para la refrigeración, lo que generó que la detección de gases se transformara en un elemento crucial para entregar esta vacuna que salva vidas en todo el mundo sin poner a las personas en peligro durante todo el proceso.

Transporte de la vacuna COVID-19

Debido a los requisitos de muy bajas temperaturas aún fuera de los refrigeradores, es bastante común que el transporte requiera algún tipo de hielo seco. El hielo seco, que se crea al comprimir el gas dióxido de carbono (CO2), emite CO2 gaseoso cuando abandona su forma sólida. Cuando se transporta a granel, este CO2 puede poner en peligro a las personas cercanas al desplazar el oxígeno.

Los niveles bajos de oxígeno son especialmente preocupantes cuando se transportan las vacunas en un avión. Cualquier probabilidad de presencia de CO2 gaseoso en un avión significa que podría ingresar a la cabina del piloto, y eso podría poner en peligro a todos a bordo.

Para los envíos de camiones, donde el suministro se divide a granel en entregas más pequeñas, el problema de las fugas de CO2 es una amenaza menor pero aún peligrosa. Durante el transporte en camión, la vacuna y el hielo seco generalmente se encuentran en un remolque separado, lejos del conductor. Cuando esos envíos se desconsolidan para la entrega de última milla, la cantidad de hielo seco que transportan es menor y es menos probable que resulte en niveles de oxígeno peligrosamente bajos, pero no imposible.

Desafortunadamente, el CO2 es muy difícil de detectar sin el equipo adecuado. Para controlar los cambios en los niveles de CO2 cuando se trabaja con hielo seco, lo ideal es utilizar un monitor multigás flexible que ofrezca sensores de oxígeno (O2) y de CO2. Aunque dados la muy baja toxicidad del CO2 y el hecho de que su peligrosidad es principalmente el desplazamiento del oxígeno, en varios escenarios es suficiente con un detector de un solo gas: O2

Algunos monitores de múltiples gases permiten monitorear el CO2 y varios otros gases con conectividad inalámbrica para que un supervisor pueda ver las lecturas de gas en tiempo real de forma remota a través de un software de monitoreo en vivo. Una configuración como esta puede justificarse en muy grandes empresas o flotas de transporte, mientras que la mayoría de estos trabajadores esenciales estará protegida si puede ver las lecturas de CO2 en los detectores de gas para asegurarse antes de comenzar la tarea de que el entorno es seguro, mientras que las alarmas programables en el detector de gas les indicará a los usuarios cuándo tomar acciones evasivas y ponerse a resguardo en lugar seguro de forma rápida si las condiciones se vuelven peligrosas.

Almacenamiento de las vacunas COVID-19

En términos de almacenamiento, es probable que los almacenes, hospitales u otros centros de salud almacenen la vacuna en salas criogénicas o refrigeradores para lograr las temperaturas que mantienen la vacuna estable. Algunos de estos métodos de enfriamiento criogénico se basan en nitrógeno líquido, lo que requiere algunas precauciones especiales.

Cuando se trata de nitrógeno líquido, siempre debe estar la preocupación por las fugas. Similar al CO2, el nitrógeno líquido puede pasar al estado gaseoso y también desplaza al oxígeno. En habitaciones con enfriadores criogénicos, una fuga de nitrógeno llenará la habitación y agotará el oxígeno. Entrar en una habitación con una fuga sin saber primero si es seguro hacerlo puede resultar en la muerte. Es por eso que los monitores de gas son clave para la seguridad de los trabajadores. Lo mismo se aplica a los transportes, carga y descarga de este gas licuado.

Muchas instalaciones médicas tienen estándares específicos de salud y seguridad que mantener cuando se utilizan materiales potencialmente peligrosos. En algunos hospitales, por ejemplo, los departamentos y agencias de bomberos locales requieren un monitoreo continuo de oxígeno cuando se usa nitrógeno líquido.

Si bien es muy probable que los laboratorios y las instalaciones donde se producen la vacuna cuenten con la instalación de detectores fijos para monitorear de manera permanente los niveles de gas comparándolos contra los límites de salud y seguridad, los monitores de gas portátiles fáciles de usar con sensores de oxígeno son la manera de protegerse en instalaciones que podrían no tener un programa de detección continua de gas. 

Tenga en cuenta la seguridad básica

Con los peligros de COVID-19 tan presentes y cercanos, puede ser fácil olvidarse de los peligros de estos gases invisibles. Sin embargo, es muy importante controlar los niveles bajos de oxígeno y los niveles altos de dióxido de carbono al transportar y almacenar la vacuna COVID-19. Podría significar la diferencia entre una situación segura y una potencialmente mortal.

Ya sea que se trate de una solicitud urgente de laboratorios médicos, hospitales o transporte aéreo o terrestre, las vacunas deben moverse rápidamente pero siempre teniendo en cuenta la seguridad de los trabajadores. Esto significa que no se puede correr el riesgo de que los gases peligrosos pongan a las personas en peligro, con el consecuente riesgo agregado que implica el retraso en la entrega de una vacuna urgente.

Siafa es su socio en detección de gases potencialmente peligrosos, y elegimos servir al personal de transporte, almacenamiento y distribución de vacunas, para que pueda servir a los demás.

Como con todos los instrumentos de medición, los valores indicados por cualquier detector de gases tóxicos o de oxígeno son tan confiables como la calibración periódica a la que son sometidos. Equipos no calibrados, que hayan dejado pasar más tiempo que el aconsejado por el fabricante desde la última calibración, o mal calibrados (personal no calificado) pueden dar valores erróneos, y en el caso específico de detectores de gases tóxicos o combustibles el trabajo puede terminar con daños materiales, personal herido o fallecimientos.

La calidad de una calibración está directamente relacionada con tres componentes principales: patrones adecuados, procedimientos registrados, y competencia técnica demostrada. No es lo mismo la calibración de un detector de gases por difusión que la de un detector con aspiración forzada. Si bien en ambos casos se requiere gas patrón, en el segundo también deben medirse la contrapresión ejercida por la bomba y el caudal de aire aspirado para asegurar que el aire circule hacia el sensor.

 

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